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Gusano barrenador, un riesgo para humanos y animales

Animales domésticos y seres humanos no escapan al ataque del gusano barrenador, nombre común que recibe la larva de una mosca, cuyos estragos le representan a la ganadería suramericana pérdidas anuales por 3.600 millones de dólares. Un estudio realizado en 45 fincas de Puerto Boyacá identificó la forma como actúa este parásito y los factores de riesgo que facilitan su aparición. Un primer paso para establecer un programa de erradicación de esta plaga en el país.

Nelly Mendivelso, Unimedios

La primera vez que se supo del gusano barrenador en el nuevo mundo fue en 1825, cuando ganaderos del Oeste de los Estados Unidos reportaron el ataque de un parásito que se albergaba en las heridas abiertas de los animales y casi los devoraba vivos.

Años más tarde, en 1858, un caso similar se descubrió pero en humanos. Esta vez, un entomólogo francés estudió el caso de varios prisioneros de la cárcel de la Isla del Diablo, en la Guyana Francesa, que habían muerto, al parecer, atacados por un insecto desconocido.

La única evidencia era la presencia de gusanos alrededor de la herida provocada por la nariguera que les ponían los carceleros a los reclusos para encadenarlos.

Los análisis condujeron a la fase larvaria de la mosca que con el tiempo se denominaría Cochliomyia, de la especie hominivorax (devoradora de hombres), conocida popularmente como gusano barrenador del ganado en Hispanoamérica. Aunque con poca frecuencia se reporta su ataque a seres humanos, se sabe que su hospedero más accesible es el ganado, al punto que su acometida le representa anualmente pérdidas por 3.600 millones de dólares a la ganadería suramericana, según la Agencia Internacional de Energía Atómica y la FAO.

Su distribución inicial fue desde el sur de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina, incluyendo las Islas del Caribe, solo que la implementación de planes de erradicación –efectivos y bastante costosos– provocó su desaparición en Estados Unidos, México, Centro América y algunas islas del Caribe. Los países suramericanos, entre los que, por supuesto, se encuentra Colombia, aún son blancos de la agresión de esta plaga.

Un estudio realizado por Elkin Forero, magíster en Salud Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional, en 45 fincas de Puerto Boyacá (Departamento de Boyacá), muestra la forma como se distribuye el gusano barrenador en algunos animales domésticos y los factores de riesgo que facilitan su aparición. Entre tanto, el reporte de dos pacientes con los tejidos oculares invadidos por larvas de la mosca Cochliomyia hominivorax atendidos por especialistas del Departamento de Medicina Interna y Salud Pública de la UN en Bogotá, llama la atención sobre el subregistro de los casos reportados en el país, pese a que algunas veces se llega a desenlaces fatales.

Las heridas, puerta de entrada

La forma parasitaria comienza cuando la mosca C. hominivorax, luego de ser fecundada por el macho, busca un hospedero favorable para depositar sus huevos, es decir, un animal de sangre caliente, incluido el hombre. La condición fundamental es que haya una herida abierta. En el caso de los bovinos, aprovechan las lesiones ocasionadas por el marcaje, el descorne o la castración; para el gusano barrenador, la diminuta picadura de una garrapata es suficiente para infestar.

“La mosca se acerca a la herida y deposita sobre su borde cerca de 200 huevos dispuestos en masa, que se incuban en aproximadamente 12 horas debido al calor del cuerpo”, señala el médico veterinario zootecnista (MVZ), Elkin Forero.

Más del 90% de las larvas eclosionan y empiezan a ingresar por la herida para alimentarse del tejido vivo de los animales, no del muerto, pues de éste obtienen la proteína que necesitan para complementar su ciclo de vida.

Pasados cinco días, la larva concluye la fase de alimentación y sale por la misma herida, se deja caer al suelo, se entierra y se transforma en pupa, estado en el que los tejidos de la larva son transformados en los de mosca. Basta una semana para que el insecto escarbe la tierra hasta llegar a la superficie del suelo y salga a esperar que sus alas se endurezcan para empezar a volar.

El verdoso y brillante insecto, más grande que una mosca doméstica, alcanza su madurez sexual cuatro días después. La hembra se aparea una sola vez, mientras el macho lo hace hasta seis veces. “A lo largo de su vida, la hembra puede hacer 10 oviposiciones. En condiciones naturales su existencia oscila entre tres semanas y un mes. El macho dura menos de 14 días”, explica el experto.

En Colombia su aparición ocurre sobre todo en clima cálido y templado, pues las temperaturas bajas le impiden sobrevivir. Así lo dice el investigador: “en estudios de laboratorio se comprobó que la fertilidad de la mosca disminuye ante temperaturas menores a 12 grados centígrados”.

El barrenador en Puerto Boyacá

Solo si hay un tratamiento oportuno y adecuado, las heridas cicatrizarán y las larvas dejarán de desarrollarse en el cuerpo que invaden. Al aproximarse a los factores de riesgo, Elkin Forero halló en 19 fincas de Puerto Boyacá (de 45 supervisadas), y entre más de 12 mil trescientos bovinos, 49 animales con miasis (infestación de sus tejidos por larvas) por el gusano barrenador.

Las heridas infestadas no cicatrizan y suelen expeler un olor nauseabundo. Si el animal ha sido castrado, la zona del escroto gotea sangre constantemente, pues adentro están las larvas. Según Forero, “en un pequeño orificio bajo la piel puede haber un puñado de larvas que, mientras se alimentan, dejan expuesta la herida a infecciones bacterianas que le pueden causar la muerte al animal”.

En su estudio halló que los más parasitados son los terneros (29 de los 49 casos), pues, al nacer, su ombligo (herida natural) queda expuesto durante los primeros días a la acción de la mosca. Los ovinos y los caprinos también resultaron afectados. De 157 ovinos el 2,5 por ciento registró la infestación. También un canino, de 68, y un ave de corral resultaron afectados.

Consecuente con los programas de vigilancia epidemiológica que se han adoptado en otros países para enfrentar al gusano barrenador, el investigador de la UN comprobó que en algunas fincas colombianas los pobladores emplean productos inapropiados para controlar la miasis.

“Para matar las larvas los finqueros arrojan sobre la herida aceite quemado, gasolina, creolina o Baygón. Lo que no advierten es que también lesionan el tejido del animal”, asegura Forero. Otros usan Ivermectina, un medicamento veterinario que ha demostrado gran efectividad para eliminar estos parásitos.

Este primer estudio realizado en el Laboratorio de Parasitología de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la UN, bajo la asesoría del doctor Jesús Alfredo Cortés, se aproxima a la epidemiología de la miasis en el país. Para los investigadores, “conocer el ciclo de vida del parásito, el clima en que se desarrolla y las especies que afecta, facilita planear la forma de controlarlo”.

Por eso, propone realizar estudios en los que se determine en qué épocas del año aumenta la densidad de la mosca adulta y es más frecuente la miasis, para así mismo enforcar los planes de erradicación.

Igual interés merece el estudio de la miasis producida por C. hominivorax en la población humana, ya que pese al subregistro de casos reportados en el país, su ataque ha cobrado la vida de algunas personas.

Oídos, nariz y útero, blancos humanos

Las miasis en Colombia se han descrito desde 1971. Sin embargo, la falta de una identificación precisa del género y la especie de las larvas, ha dificultado un abordaje diagnóstico más preciso cuando se trata de humanos.

Se ha evidenciado que, de la misma forma como ocurre con los animales domésticos, las hembras Cochliomyia hominivorax son atraídas por secreciones de heridas o por secreciones naturales y en este caso invaden las fosas nasales, los ojos, los oídos, la vagina y el útero.

“En Colombia los casos más frecuentes de miasis traumática ocurren por acción del gusano barrenador”, explica la profesora Ligia Moncada, integrante de un grupo de investigadores del Departamento de Medicina Interna y Salud Pública de la UN, que ha atendido varios casos.

Los más recientes corresponden a dos pacientes con diagnóstico inicial de cáncer de piel. Ambos provenían de regiones aledañas a Bogotá, con temperatura promedio de 20 grados centígrados.

“El primero era un agricultor de 79 años procedente de San Antonio del Tequendama (Cundinamarca). Presentaba una secreción purulenta fétida y larvas en el ojo izquierdo”, señala la parasitóloga Moncada. Según el paciente, la inflamación de su rostro estaba siendo tratada por el curandero del pueblo desde hacía 5 años sin mayores resultados, por lo que decidió acudir a la medina alopática, ya que el absceso terminó por destruir su ojo.

Al examinarlo, los especialistas observaron abundante tejido muerto y sangrado, así como el movimiento de cientos de larvas en su ojo. “Se extrajeron manualmente más de 200 larvas, tres ejemplares fueron conservados en alcohol y al analizarlos encontramos que se trataba de C. hominivorax”, asegura Ligia Moncada.

El paciente fue sometido a un tratamiento con antibióticos. Para controlar la infestación se le suministró Ivermectina oral (la misma molécula que se emplea en veterinaria, pero en dosis y concentraciones completamente diferentes). Por medio de una cirugía se le extrajo el resto de gusanos, solo que en postoperatorio su ritmo cardiaco disminuyó y un paro cardiorrespiratorio ocasionó su muerte.

El segundo paciente era un hombre de 76 años procedente del área rural de San Francisco (Cundinamarca). Su consulta obedecía también a una inflamación en el lado izquierdo del rostro, rojiza y con salida de larvas por el ojo. “Igualmente le salía materia purulenta fétida y abundantes larvas de color blanco amarillento de 1,5 centímetros de largo”, señala el diagnóstico. Una vez más se trataba de infestación por C. hominivorax.

Para tratar a este paciente se usó Ivermectina, las larvas murieron y luego de una limpieza de la zona afectada, se mejoró.

Así, la miasis producida por C. hominivorax es considerada como una zoonosis que involucra a seres humanos y a animales domésticos y silvestres.

Entender su epidemiología para todas las especies, así como los principales factores de riesgo en cada una de las regiones del país sería un paso fundamental para empezar a pensar en la erradicación del gusano barrenador, “todo un reto para los países de América del Sur, pues su erradicación requiere la inversión de millones de dólares”, aseguran los investigadores.

http://historico.unperiodico.unal.edu.co/ediciones/111/16.html


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